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ARGENTINA

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B.S.: Yo creo que Argentina son las tres cosas. Desde mediados del siglo XIX es un Estado nacional en un territorio geográfico delimitado, es un Estado que logró a mediados del siglo XIX su construcción política. Después de guerras sangrientas logró establecer instituciones republicanas que no siempre fueron respetadas, pero que tuvieron cierta continuidad.

Por otro lado, Argentina es aquello que imaginaron escritores y ensayistas. Primero imaginaron esa Argentina, incluso antes que ella existiera. Cuando en la década del cuarenta Sarmiento escribe el Facundo, o la primera versión de su biografía, Sarmiento se está refiriendo a un país que no existe ni en los papeles ni en la realidad. Por un lado estaba una provincia de Buenos Aires y por otro los feudos caudillísticos locales, muchas veces en guerras intestinas. De algún modo los intelectuales, los románticos en la década del 1830, y Sarmiento en la década del 1840 comenzaron a imaginar la posibilidad de que algo existiera ahí. Argentina, como toda nación, es producto de un impulso que tiene que ver con el pensamiento, con la resistencia de los hechos, con la economía, con el territorio.

En mi caso particular Argentina es una lengua, es la inflexión rioplatense del español. Y aunque parezca casi frívolo, quizás esa inflexión rioplatense del español que uno escucha en Martín Fierro y en Borges sea aquello que me ató de manera más permanente a la Argentina, un país que realmente muchas veces nos expulsa. Si no logró expulsarme con esa fuerza externa que tiene fue por la lengua, porque quedé aferrada a la lengua, a ese país de la inflexión rioplatense que es la lengua de la gran literatura.

La segunda parte de lo que vos me interrogás, es decir, si la Argentina es Buenos Aires o un territorio integrado, es la pregunta que quizás yo debería contestar con más mala conciencia. Si tengo que ser sincera, La Argentina es para mí el litoral; es decir, es una banda que va desde Rosario, Santa Fe, hasta el sur de la provincia de Buenos Aires. Esa es la zona cultural en la cual yo siento mis identificaciones más profundas y de hecho si menciono a Martin Fierro y a Borges es porque esas dos identificaciones profundas pertenecen a esa zona.

Yo recuerdo que hace unos años, cuando estaba enseñando la literatura de Tizón en La Facultad de Filosofía y Letras, lo invité para que viniera a escuchar algo de lo que los estudiantes querían preguntarle después de haber leído algunas de sus novelas y Tizón se presentó como un escritor del Alto Perú. Él, en Buenos Aires, decía: yo, que vengo del Alto Perú, que bajo del alto Perú, que pertenezco a la zona andina. De una manera muy amigablemente, dado que Tizón es un escritor que yo admiro y creo que también él respeta mi trabajo, ahí estaba presente el debate sobre qué era la Argentina en ese entonces en el sentido de cuántas partes estaban componiendo ese cuerpo.

Uno podría decir que desde el ensayo de Martínez Estrada de 1933 la Argentina fue caracterizada como ese país que tenía un crecimiento exorbitante sobre la costa atlántica y un crecimiento en otra temporalidad en la zona noroeste, perteneciente quizás a otras culturas: es decir, la zona que linda con Bolivia y que pertenece a lo que Tizón llamaba el Alto Perú de la vieja unidad territorial. Esa vieja unidad territorial no era la Argentina: no existía la Argentina en la época colonial; esa zona del Alto Perú tenía su centro de gravitación hacia Lima. Por otro lado, estaba esa zona de Buenos Aires que era una parte completamente secundaria del virreinato. Esta capitanía general no importaba mucho a nadie, fue un virreinato tardío, un virreinato borbónico de finales del siglo XVIII y yo creo que esa configuración - una configuración del territorio- es también una configuración de la cultura, es una configuración de diferentes etnias.

La zona sur, la zona atlántica de la Argentina, es una zona muy pobre en monumentos coloniales y es una zona muy pobre en etnias culturales precolombinas. No puede ser comparada con la zona que comienza desde la mitad de la Argentina hacia el norte, que es una zona de tardía influencia incaica, pero con fuertes culturas precolombinas. Se podría decir que los españoles, al llegar a la zona sur, llegaron a un territorio que no estaba desierto, pero que estaba ocupado por culturas nómades menos arraigadas a tradiciones, menos poseedoras de tradiciones. Las tradiciones que poseían eran incomparables con las de América Central y con las de lo que hoy es México, o con las tradiciones de la zona andina. Ahí hay un desgarramiento que de alguna manera también se expresó políticamente en la década del cuarenta y del cincuenta, con el influjo de personas del interior a Buenos Aires: la llegada de los que se llamaron cabecitas negras. Eran los representantes de esa Argentina andina con la cual efectivamente un intelectual como yo hoy siente, no una distancia, pero una mala conciencia. La mala conciencia de que es probable que los intelectuales de Argentina expresen más plenamente la Argentina atlántica que la otra.