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FRIDOMANÍA

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FETICHE | FRONTERA

Yo tenía dieciseis años, pertenecía a la juventud comunista, y me tocó asistir a una manifestación en contra del golpe de estado de la CIA en Guatemala. A la manifestación asistió Frida Kahlo con la silla de ruedas que empujaba Diego Rivera. Fue la primera y única vez que la ví, me deslumbró de un modo aparatoso y sentí, lo que sólo mucho después recapitulé verbalmente, sentí lo que era ver a la dolorosa, lo que era contemplar una virgen asaeteada. Estoy hablando de 1954, ya en 1954 Frida era un mito entre un sector de la Ciudad de México, no un mito porque se divulgara su pintura que apenas se conocía, sino porque era la compañera de Diego Rivera y porque era la expresión del sufrimiento que, a pesar de eso, se dejaba ver como artista y como figura. Desde entonces, lo quiera o no, veo a Frida sobre todo en la relación victoriosa con el sufrimiento. Las feministas la han tomado como símbolo, se ha convertido en un objeto de consumo, hay ahora un modisto español que ha presentado una serie de Frida Kahlo con objetos extraídos de la basura para significar la refuncionalización, etc. Hay todas las monografías que se quiera, viene ahora una película que espero de veras, pongo mi corazón en ello, que será espantosa, con Salma Hayek como Frida, hubo una película con Ofelia Medina, todo eso me significa o no y puedo tener o no teorías, pero Frida para mí sigue siendo esa visión esplendorosa de 1954, yo estudiante de la preparatoria que veo ahí, ante mí, la encarnación del dolor que no pasaba por el cristianismo.