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JORNADA, LA

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Es un periódico de izquierda en México que en los tiempos recientes ha acentuado su vocación de izquierda sin que yo comparta ya muchas de sus causas, en un momento dado fue una expresión de sectores críticos de izquierda de la sociedad civil ante el desastre del país. Fue muy importante en la crítica al cuestionamiento del PRI que es un partido que sufrimos 71 años y que desdichadamente podría volver, con lo cual mi depresión alcanzaría límites inconcebibles. No exagero con lo anterior, durante muchísimos años lo único que yo deseaba era no morirme sin ver el final del PRI y, que ocasión tan venturosa o desventurada como la muerte me acaezca con el regreso del PRI me parecería pues como ganas de que yo manifestara una voluntad de eternizarme para ver quién gana. La Jornada, en los tiempos recientes, se ha mostrado muy partidaria de la dictadura de Fidel Castro a la que califica de extraordinaria en la medida en que, dice, ha beneficiado la salud y la educación y en la medida en que la democracia que se vive en América Latina es falsa y la que se vive en Cuba es verdadera. No comparto en lo mínimo esta tesis. También se muestra muy complacida con la ultraizquierda que a mí me resulta, y tengo que emplear el adjetivo, repugnante. La Jornada es un periódico en el que trabajé muchos años y con el que mantengo una lealtad afectiva pero con cuyas acusas presentes no puedo sino discrepar. Los elogios a Hugo Chávez me duelen, tengo que admitirlo porque yo no veo en Hugo Chávez sino un autoritario que se desmorona; la mirada leve sobre ETA me aflige, yo creo que ETA es una monstruosidad, una perversión absoluta de cualquier idea de militancia o de revindicación nacionalista. Al mismo tiempo, La Jornada mantiene causas que yo apruebo y me da gusto, su posición frente a todo lo que fue la guerra de Afganistán me parece muy compartible, me parece muy compartible su defensa del Estado Palestino.