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Sujetos Transnacionales (Chicanas): Transcripción

 

J. S. – Tenemos algunas preguntas acerca de tu nuevo proyecto de investigación sobre “chicanas y fronteras”. La figura de la Malinche aparece en varios de tus artículos, como es el caso de “Máscaras y posdatas”, bajo una nueva interpretación que en parte ha sido inspirada por la deconstrucción de este mito hecha por las chicanas. ¿Qué función tiene la figura de la Malinche para las chicanas, y también, dentro de tu obra?

M. B. – Allí está otra vez lo “trans”, para darle como un poco de redondez a esto. La Malinche es esta figura, –y además, muy estudiada por Octavio Paz–, la figura de la traducción/traición, el paradigma de la traducción/traición. La Malinche se ha estudiado mucho en México. Pero hay un asunto importante, cuando la Malinche la retoman las chicanas, y sale geográficamente de México, es decir, es desterritorializada y es estudiada en diferentes puntos, como en Estados Unidos, la Malinche se convierte en esta figura silenciada que tuvo que traicionar para poder ser. Entonces, se empiezan a entender paradigmas de la construcción de la Nación. Es este constructo (Nación), lo que tenemos que cambiar. ¿Te acuerdas, que decíamos que la Nación tiene que ser atravesada por sujetos más pequeños y más fragmentados y más marginales? Las chicanas toman a la Malinche y toman muchas cosas: toman a Frida Kahlo, toman a Sor Juana. Y, en México, esto es interesantísimo, le agarran a Sor Juana de vuelta, porque las chicanas hacen cosas con ella.

Las chicanas se han conocido como sujetos de la licencia. Entonces, toman a Sor Juana y empiezan, primero, a estudiar si era o no lesbiana. La empiezan a “chicanizar”. Pero son cuidadosas con las fuentes, y pasa nada más, que estudian su escritura, y quieren, de alguna manera, que Sor Juana las refleje. Porque ya dijimos que el “otro” tiene mucha dificultad para negociar su representación. Entonces, si la Malinche las refleja, la Virgen de Guadalupe las refleja. Esto, por ejemplo, es totalmente chicano (enseña su bolsa con la Virgen de Guadalupe), esto lo compré en Oaxaca. Toda esta imaginería de la Virgen de Guadalupe que hace Yolanda López, por ejemplo, que está el halo y sale una Virgen de Guadalupe con unos tenis, ¡praap!, pateando y rompiendo el halo, son cosas que hacen las chicanas. Las chicanas se apropian de los estereotipos, los transforman y los ponen a que se miren. En la academia mexicana eso es un escándalo, porque tú no te puedes apropiar de nada. Tú tienes que seguir con mucho cuidado la teoría y ver qué dicen los cánones y ver qué dicen los patriarcas de los cánones y acomodarte por allí. Y, hay gente, por ejemplo, como Margo Glantz –ella no es chicana ni ha roto los halos con tenis–, pero ha escrito maravillosamente sobre la Malinche, con La lengua en la mano. Es un texto importantísimo sobre la Malinche. Ella ha estudiado a la Malinche desde un punto de vista de la crítica literaria y de género como “la voz negada”. O sea: ¿Qué tantas maromas tienes que hacer para si quiera empezar a ver qué dijo la Malinche? Porque está mediada por Bernal Díaz del Castillo, y luego mediada por cada período: los nacionalistas, los revolucionarios, las feministas, las lesbianas. Está muy manoseada la Malinche. Pero resulta que a las chicanas y a las mujeres indígenas este mito les ha permitido moverse. Hazte de cuenta que es como si fuera un hallazgo, un territorio lingüístico, donde sus experiencias y su lengua y lo que quieren decir, tuviera muy buena forma de reciclarse y de capturarse, de estructurarse y de salir. La Malinche, al final, sigue siendo una gran mediadora. Su mito sigue, y las chicanas especialistas –las chicanas son todas prácticamente mujeres de campo, que se han beneficiado de una educación minoritaria y que tienen puestos muy buenos (algunas), otras, puestos regulares, y, otras, ninguno, en las universidades de Estados Unidos–. Entonces, ellas toman a la Malinche de Octavio Paz que es la chingada, la callada, y dicen: A ver, un momento. Y lo que es maravilloso es que arguyen, dialogan con Octavio Paz, y, en México, la academia no dialoga con Octavio Paz. Es que sí, es muy difícil, porque somos muy teóricos y muy respetuosos de las jerarquías y muy respetuosos de la autoridad. Entonces, las chicanas, como son “trans-todo” en general, son lesbianas, son binacionales, son bilingües, dialogan con Octavio Paz de tú a tú, y con Octavio Paz construyen cosas, reconstruyen el discurso de Octavio Paz, y de ahí crean muy importantes discursos de resistencia.

J. S. – ¿Por qué incorporas este mito de la Malinche tan cuestionado, que reproduce en muchas de sus formas las estructuras patriarcales que configuran la identidad nacional de los sujetos subalternos?

M. B. – Claro, yo lo incorporo, pero trastocado, releído, re-visitado. Es esta Malinche de la que habla Bernal Díaz del Castillo, la que pone como la dama en la torre. Inclusive, cuando la ponen en los íconos. Ya después de la conquista, sale otra Malinche, la de de los tlazcaltecas, que es una Malinche más cuadradita, más tipo códice. Lo que yo trato hacer con este ícono es releerlo desde otros lugares, desde las chicanas, desde los trabajos de Margo Glantz, de Margarita Peña, desde el feminismo, desde los Estudios de Género y desde lo transdisciplinario, transnacional y transgenérico, para acabar con el “trans”, que es la palabra importante que hay que entender. No es fácil. Hay que hacer las diferencias entre “inter”, “trans”, “intra”.

 

J. S. – ¿Cuál sería la estrategia a seguir para que todas las mujeres subalternas lograsen ocupar un espacio dentro de este orden simbólico?

M. B. – Las estrategias son múltiples. Hemos hablado de las mujeres chicanas. Las mujeres chicanas tienen las estrategias, por ejemplo, de empujar lo bilingüe. Si hablamos de las fronteras, hemos hablado mucho de la frontera del sur. ¿Cuáles son las estrategias para que en la frontera del sur, las mujeres indígenas sean representadas de la forma más acorde a sus necesidades? Pues, crear sujetos múltiples, de colaboración múltiple, y de interacción múltiple, sujetos del feminismo y del antiracismo transnacional. Que la academia esté presente, que los estudiantes estén presentes, que la municipalidad y el gobierno estén presentes, de tal manera que sean agentes múltiples que negocien la voz y la demanda del “otro”. Estar presente, pero también, estar muy cercano del “cuerpo” del “otro”. Cuando estás hablando con gente cercana a lo iletrado, aunque no sean iletrados funcionales, es gente que entiende, pero que no puede escribir un oficio dirigido al Estado, o que si lo puede escribir, lo tiene que seguir defendiendo, porque los indígenas tienen una historia de escribirle al Estado. Pero, lo que me estás preguntando es: ¿De qué forma tienen poder los desempoderados? Los campesinos, las mujeres, los indígenas, los migrantes. ¿Cuál es la forma de empoderar al desempoderado, o de que en el margen puedan negociar sus demandas? Pues, nuevamente, creo que tiene que ver, primero, con reconocer, la dificultad y el secuestro de sus representaciones.

El poder tiene que saber lo que está haciendo y la academia tiene que saberlo también. Yo no sé si ustedes han leído a Ángel Rama: La ciudad letrada. Es un texto de los ochenta. La ciudad letrada es un texto que regresa a la academia, o sea, el poder secuestrador inclusive de los intelectuales y de los salvadores, pues, cómo, inclusive desde el feminismo, inclusive desde la academia de izquierda, estás invisibilizando las luchas de los otros. Los noventa fue una década importantísima para darnos cuenta que desde la academia y desde el feminismo podíamos estar ninguneando, o tapando, o borrando, la voz de alguien. Entonces, hay que ser mucho más teóricos en nuestros análisis, pero también, por otro lado, hay que estar mucho más en contacto con “el cuerpo” y “la lengua” de la “otredad”.

J. S. – ¿El “trans”?

M. B. – Hay que pensar cuando dicen esto de lo transdisciplinario. ¿Qué es eso de transdisciplinario, transnacional, transexual? Ya no sólo es “inter”, sino es “más allá de”, es generar otro territorio.

 

J. S. – ¿Cómo piensas que las mujeres chicanas logran liberarse del orden simbólico nacionalista patriarcal integrando los mitos y la historia precolombina a sus imaginarios simbólicos?

M. B. – ¿Cómo las chicanas lo logran? Las chicanas lo logran porque son “bi”. A las chicanas lo que las pasa es que ellas ya son bilingües, binacionales, lesbianas. Muchas de ellas, digamos, hasta se hacen lesbianas por política, o sea, yo he visto esta transformación. Luego regresan y son heterosexuales, cambian la sexualidad. Ellas han en encontrado que su déficit, que es hablar un español mezclado, ser bilingües, se convirtió en un momento político, en su estrategia. Entonces, justamente, lo que las oprimía que era ser mexicanas y hablar un mal español y un mal inglés, se ha visto ahora que es lo que más empodera.

Es lo supranacional, salirte de la Nación, y actuar desde fuera, porque los Estados, y el Estado americano después del 9/11 está siendo ultra-supranacionalista. Entonces, lo que a las chicanas las salva es ser lo que son, y usan los mitos como un material que desterritorializan que es lo que le causa mucha conmoción a la academia mexicana, porque es lo que dice O’Gormann, y son todos, como los patriarcas, que velan por los mitos. Y me parece bien que haya una parte de la academia que vele por la “accuracy”, por lo justo, la exactitud en las fuentes y las lecturas. Pero también hay otra lectura que se puede hacer de los mitos. Entonces, las chicanas agarran a la Malinche y agarran la virgen y toman lo que les permite reflejarse fuera del estereotipo. Y ya son bilingües y ya son transexuales y ya son transnacionales. Ya son. No se hicieron así para la política, pues la tendencia de la migración, del neoliberalismo y de la globalización es que las naciones se ven con estos “sujetos border”, “sujetos liminales”. ¿Y si estos “sujetos border” se organizan? –en Estados Unidos hay 40 millones de latinos, es 1/5 de la población–. ¿Y en veinte años vas ahí? ¿Y si hay una organización política transnacional y tiene necesariamente que ver con el género también?, vas a ver un nuevo sujeto político, que se está haciendo ya sobre todo en ciudades importantes como Nueva York, Washington, Chicago, en los Estados Unidos. Por eso, ahora, mucho de lo que me estoy dedicando es a entender Latinoamérica desterritorilizada, entender una Latinoamérica en los Estados Unidos. Y desde ahí, ver que es muy fuerte el feminismo en los Estados Unidos, muy productivo, y es muy productivo también, en sus ligas con Chiapas, en sus ligas con los “sin tierra”. Si nosotros abrimos Latinoamérica hasta New York, en vez de que nos entre el telele y nos pongamos a decir que ya se diluyó Latinoamérica en el imperialismo yanqui (…). Pues más bien, ya se diluyó el imperialismo yanqui en Latinoamérica, estamos pensando en hacer estas inversiones, que vienen junto con inversiones sexuales, con inversiones de la lengua, con inversiones de la nación. Que es ese triángulo que he estado tratando de abordar: la Nación, la lengua y la sexualidad.