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Archivos de la Represión: Transcripción

Cambiamos el tema a la memoria. En el marco de tus trabajos sobre memoria y represión, tratas el tema del archivo. Aquí lo discutes como un lugar en que se produce una intersección entre lo público y lo privado, ya que se trata de un espacio privilegiado de ingreso al análisis de las luchas por las memorias y sus transformaciones sociales. ¿Qué papel han jugado los movimientos sociales para definir el significado de los archivos en la rearticulación de la identidad nacional, por un lado, y como territorio de lucha por memorias individuales y públicas, por el otro?

E. J. – Esto es bastante complejo. Cuando hablamos de archivos en nuestros trabajos de investigación de la región, estamos hablando de un tipo especial de archivos: archivos de la represión, de los que hay muy pocos, porque en general, la represión fue clandestina, y de la clandestinidad no hay documentos. Además, gran parte de los regímenes dictatoriales cuando veían que se estaba cerrando su ciclo, quemaron archivos, o sea, que de lo que estamos hablando es de un tipo especial de archivo. Entonces, ¿de qué estamos hablando?

Para ponerlo de manera más empírica, en Paraguay, entre 1991 y 1992 descubrieron el archivo de la policía. Un archivo, una casa, una habitación, llena de papeles, el archivo de la policía secreta de Paraguay, “archivo del terror”, lo llamamos, que tenía de todo; que tenía carpetas, prontuarios de gente, prontuarios policiales. Muchas de esas gentes habían sido secuestradas o habían sido torturadas. Se habían firmado declaraciones imputando a otros bajo tortura. Había también en los secuestros, cartas personales, cartas de amor, recuerdos, libros personales, folletos, y todo lo que se quiera. En Brasil, existen también los archivos de la policía secreta, en general los archivos que se conocen en estos países tienden a ser archivos policiales porque la policía sí tiene una lógica de llevar adelante, de anotar este y este informe; los militares no hacen eso. Los militares no lo tienen a su cargo. Los regímenes militares, la represión militar es mucho más clandestina. Entonces, lo que hay en la policía es mínimo, frente a todo lo que ocurrió; lo que hay en la policía, lo que se encuentra, lo que se está encontrando de vez en cuando, son archivos muy menores. Pero aún así, en esos archivos, hay un montón de datos personales de la gente involucrada. Tanto en Brasil, en Argentina, en Paraguay, en Perú, en Chile no se han encontrado muchos archivos oficiales, los archivos que hay son de otra naturaleza, los construidos por los organismos de derechos humanos. Entonces, uno de los temas que se abre, es que cualquier historiador va a decir: “encontramos un archivo, tiene que estar abierto al público, que la gente pueda ir y ver”, y ahí entra el tema de lo privado en lo confidencial. Si en un archivo público –que es de la policía secreta–, hay elementos que fueron secuestrados de tu casa cuando te secuestraron a ti, y son asuntos personales, estos tienen que estar en un archivo público, es decir, abierto a todos, pero tiene que haber restricciones, o sea, cómo mantener el respeto a la privacidad y a la confidencialidad de la persona y, al mismo tiempo, tener un archivo histórico, este es el debate.

En muchos países existe legislación, sólo treinta años después se pueden ver los archivos. En estos países, estos son los debates que se están dando y hay poca participación de los movimientos. El movimiento de derechos humanos sería el que está interesado en esto. Sería el único. Hay quienes quieren que se abra todo, hay quienes dicen: “esto es, hay que saber qué pasó, y para saber qué pasó, tenemos que ver todo”. Y hay quien dice: “no”.

Yo tengo una postura que tiene que ver con una postura de ciudadanía comprometida, yo lo que digo es: la represión y la tortura quebraron la integridad física de las personas, quebraron todo el límite, ha sido la intrusión mayor que uno puede imaginar a la intimidad, ha sido una violación física a través de la tortura, y simbólica, a través de estas interferencias. La recuperación humana requiere –por ahí no los mismos límites o la misma constitución de intimidades que había antes–, pero requiere alguna manera de recuperar la intimidad, y entonces no podemos violar dos veces. Si ya fue violada una vez, entonces tenemos que darle a esa persona la posibilidad de que la persona decida qué hacer con sus papeles, si son publicables y cuáles de sus papeles son confidenciales. Pero es un debate, no hay leyes. Las leyes están en debate, y hay distinta gente que opina. Hemos tenido reuniones y seminarios y te aseguro que entre historiadores, sociólogos y antropólogos nos agarramos de los pelos en la discusión sobre cómo pensar la nueva legislación. Hay quienes dicen: “no, todo tiene que estar abierto a todos”, y hay otros que dicen: “no, ¡nada!”. Entonces, ahí hay una concepción. Y esto no es un tema que sea específico para las mujeres. Esto se aplica a hombres, mujeres, niños, viejos, ¡a todos!

Yo creo que la preocupación es por el respeto al “otro” y a la “otra”, y por la posibilidad de reconstrucción de nuevas fronteras entre lo privado y lo público, porque algunas personas siempre necesitamos fronteras. Para mí, viene de mi reflexión feminista, pero para otros no. Para otros viene de otros lados. Yo lo vinculo a esto, en la manera como yo pienso estos temas y esta otra sensación que yo tengo tan a menudo en cosas que leo, en testimonios que leo, o en testimonios que escucho o en películas, un sentimiento de lo que yo llamo “vergüenza ajena”. No quiero escuchar más, me da vergüenza. Me da vergüenza, porque me parece que lo que me está diciendo la persona es algo que yo no quiero saber. Que es un voyeur. Yo me siento voyeur. Me siento que estoy invadiendo una intimidad que no tengo derecho a invadir. Y creo que en todo el género testimonial hay todo otro tema grande, pero vivimos en una época en que los reality-shows ponen cámaras de televisión en los baños, así que bueno, será parte del nuevo clima de época, de mostrar todo. Yo quiero recuperar intimidades.