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Lo doméstico: Transcripción

¿Han influenciado tu visión de género algunos hechos políticos?

E. J. – La vida personal, la vida política y la vida académica van juntas. Yo diría que la movilización alrededor de la Guerra de Vietnam que yo viví en Nueva York y el comienzo del feminismo y de las manifestaciones feministas del fin de los sesenta en Estados Unidos, fueron para mí bastante importantes. Por otro lado, era la misma época en que aparecieron lecturas teóricas que trataban sobre lo que se produce en el trabajo doméstico, comenzábamos a leer desde el marxismo todos los temas, por ejemplo, había aparecido el trabajo pionero de Adguir Edmolain sobre los temas de la invisibilidad de los trabajos domésticos y los debates en la New Left Review (www.newleftreview.net), y yo me interesé por esto, o sea, mi primer campo de trabajo con una perspectiva, digamos, feminista, fue la reivindicación de la invisibilidad del trabajo doméstico en México. Entonces, coincidieron temas de los debates académicos con momentos políticos.

 

Se afirma que el alto porcentaje de la participación de mujeres dentro de movimientos sociales se debe más bien a necesidades cotidianas que a una conciencia política, que la participación de las mujeres es simplemente una prolongación de su papel como madres y de su trabajo doméstico y que no están luchando por sus derechos políticos. En tus trabajos parece que no estás de acuerdo con esta posición. ¿Cómo explicas la creación de sujetos en el proceso de politización de las mujeres?

E. J. – Yo lo que diría es que no hay nada automático. Está claro que existen ciertas presencias de mujeres en movimientos sociales o en movimientos de protesta social. Creo que necesitamos una noción más fuerte de movimiento social, más estricta, o más rigurosa, pero digamos, que buena parte de la presencia entre las mujeres está a cargo y sigue estando a cargo de la domesticidad, del cuidado de sus familias, de la lógica del cuidado. No cabe duda. O sea, allí no ha habido grandes cambios. Tampoco en los países centrales ha habido grandes cambios en esto. Las mujeres están a cargo. En situaciones de extrema pobreza, en situaciones de crisis, en situaciones de carencia, son las mujeres las que tienen que rebuscársela, y ahí muchas veces se sale a la calle, se sale fuera del ámbito doméstico en función de una necesidad cotidiana y basada en el rol de género de las mujeres, en el rol tradicional de las mujeres. ¿Cuándo eso va a dar el salto para constituirse en otra cosa? No lo sabemos. A veces pasa, a veces no. Entonces, yo no haría una contraposición total, o lo que a mí no me gusta es hacer la contraposición entre el rol tradicional y el sujeto político. En el rol tradicional uno puede convertirse en sujeto político, no necesariamente en el sujeto político que a mí me gusta, pero es un sujeto político. O sea, para dar un ejemplo: “las Madres de la Plaza de Mayo” salieron a la calle con el rol más tradicional que uno puede imaginar que es el de madre, y a decir: “por ser madre, tengo una legitimidad especial en reclamar, porque no hay nada más natural que una madre busque a su hijo”. ¡Así salieron a la calle! Pero estoy esquematizando mucho. Entonces, por su labor, junto con un montón de organismos de derechos humanos y con muchísimas otras gentes –y no solamente las madres–, se convirtieron en el emblema del movimiento de derechos humanos, pero el movimiento de derechos humanos es mucho más complejo, mucho más amplio. Pero de todas formas, de pronto, tenemos a las madres saliendo a la esfera pública y provocando cambios, convirtiéndose el movimiento de derechos humanos en una fuerza importante de la transición política en la Argentina. En aquella época, una se preguntaba: ¿Son las madres? Venían investigadores europeas interesadas en esto y decían: “hay las madres como emblema del feminismo”. ¡No! Nada que ver. El conflicto entre “las Madres de la Plaza de Mayo” y el movimiento feminista era profundo, significativo. No había una articulación clara. Hoy en día, hay varias madres y varios grupos dentro de “las Madres de Plaza de Mayo” que van a los encuentros feministas, que se consideran feministas, que buscan los derechos de la mujer. Pero no era automático.

Ya lo que quizás, lo que yo desde muy temprano estoy tratando de hacer, es de no trabajar con categorías binarias, es decir, excluyentes, o es esto, o es lo otro, sino demostrar cómo esto puede llegar a transformarse en esto otro. Quizás sea eso en lo que dices que yo no estoy de acuerdo. No estoy de acuerdo con las categorías nítidas y excluyentes en estos puntos.

 

En tus trabajos, tomas una posición frente a la dicotomía de espacios separados por género que identifica a lo público con lo masculino y a lo privado con lo femenino. ¿Cuales son las consecuencias de esta separación para las mujeres y en especial para las madres solteras y las viudas?

E. J. – Yo creo, como decía antes, que desde el pensamiento feminista fue que pudimos empezar a reconstruir esa frontera entre lo privado y lo público. Permanentemente, estamos en un mundo sociopolítico y cultural que quiere reforzar estas fronteras y esta distinción entre la domesticidad de las mujeres y la publicidad. Siempre nos reímos si uno ve en los diccionarios y busca lo que quiere decir “mujer pública”, sabemos muy bien lo que dice, dice prostituta, o sea, todavía, en gran parte de los diccionarios, dice eso. De modo que no es una invención nuestra de decir que esta distinción tajante está todavía presente y sigue estando. Pero bueno, hay, en este momento, muchas décadas de lucha para quebrarla, hay, como digo, fuerzas que empujan a las personas más excluidas y más sometidas, hacia esa situación de no reclamar, de aislamiento, porque el tema no es lo privado y lo público, el tema también es el aislamiento social. No sé porque a las mujeres viudas o a las madres solteras hay que separarlas del resto, no sé. Depende muchísimo de la etnia y de la clase social, o sea, muchísimas señoras viudas de clase alta, blanquitas y ricas no tienen ningún problema con ser viudas, te aseguro, ¡ninguno!, pues ellas pueden recobrar un nivel de actividad y de presencia. Creo que los temas de aislamiento social y de poner a las mujeres en esos espacios aislados, que muchas veces son domésticos, es una característica del sistema patriarcal y todavía lo tengo presente.

 

¿Cómo han podido superar las mujeres esta separación a través de su participación en los movimientos sociales?

E. J. – Se da, por supuesto, que es a través de los movimientos sociales que se supera. Pero, no sé si es a través de los movimientos sociales que se supera. Puede ser que sí, puede ser que no, y puede ser que haya otras vías. Hay, yo diría, muchos estudios que muestran que para mujeres, especialmente, mujeres de clases altas, todos los movimientos de caridad (de caridad cristiana inclusive), las han sacado de sus casas, y han jugado un papel en orientar la vida de los otros; y si se quiere, politizar la vida de otras mujeres, a partir de una salida. Ellas han superado la separación entre lo privado y lo público, a través de una cierta forma de participación social, imponiéndose a otras mujeres. Pero hay algo que no logro entender de esta pregunta o de esta manera de pensarlo. O sea, yo creo que cuando las mujeres que habían estado encerradas en sus casas, empiezan a salir, sea que salen y tienen que salir especialmente a las ciudades, porque tienen que ir a la escuela de los chicos, porque tienen que ir a encontrarse con las vecinas en la cola de las compras –aunque sean espacios barriales muy pequeños–, se van generando posibilidades de compartir y de salir de ese aislamiento; yo creo que el tema del aislamiento es importante porque naturaliza el sometimiento. Por ejemplo, hay estudios que muestran, que las mujeres que son objeto de violencia doméstica, por una especie de transmisión generacional, si se quiere, de una naturalidad de la violencia doméstica, no se dan cuenta que puede haber otra cosa diferente. Salir de la domesticidad, darse cuenta que existen otras maneras de convivir en la vida cotidiana, que no incluye la violencia, es un paso importante para empezar a desnaturalizar las formas de dominación cotidianas. Entonces, bueno, esas son las pequeñas salidas si se quiere, ellas no lo pueden hablar en grande, pues para las mujeres que lo sufren son pequeñas cosas. La mujer que sufre violencia doméstica no va a ir a la calle, sin haber tenido intermediaciones barriales de marchas contra la violencia doméstica en el centro de la ciudad.