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Institucionalización: Transcripción

 

Me gustaría ahora conectar esto con la unilateralidad de los proyectos de desarrollo que usted había mencionado. Usted habla frecuentemente de la invisibilidad de las mujeres en proyectos de desarrollo. A nivel teórico, se considera la situación de la mujer, a nivel práctico, en cambio, no se toca el aspecto género, en el sentido de una relación asimétrica entre hombre y mujer. ¿Cómo puede ser llevado a la práctica el empoderamiento “empowerment” de mujeres socialmente marginadas en América Latina y cómo pueden ser incorporados de mejor manera problemas de mujeres en proyectos de desarrollo?

R. R. – La problemática femenina ha sido entretanto institucionalizada en Europa Occidental y también en organizaciones internacionales. Y las responsables de esto fueron las ya mencionadas décadas mundiales de la mujer –en 1975 tuvo lugar la primera conferencia mundial de mujeres en México. En ese entonces, su presidente superior era aún un hombre–. Luego, las conferencias mundiales fueron convocadas consecutivamente, y fueron bastante significativas, pues podían participar sucesivamente representantes de organizaciones no gubernamentales –lo que era muy importante, pues ya no sólo podían participar representaciones oficiales de gobiernos que determinaran el discurso–. Y en algunas conferencias, los encuentros entre mujeres de todo el mundo eran casi más importantes que los encuentros oficiales. Pero en esas conferencias aparecieron también las diferencias entre las mujeres de todos los mundos. Hay “mujeres” no en singular. Y por ejemplo, en México, y más tarde también en Copenhague, se llegó a fuertes diferencias entre las representantes estadounidenses y representantes de otros países, o entre representantes palestinas e israelíes, para mencionar un ejemplo que aún es actual. Es decir, que naturalmente, los conflictos reales existentes se reflejaban también en esas conferencias.

Ahora bien, en relación a su pregunta: ¿Cómo se puede cambiar eso? Creo que las Naciones Unidas fue un organismo muy importante que creó esa base de legitimación, como recién dije, a la cual uno se puede referir. Pero en América latina la retórica es ampliamente generalizada. Las constituciones son casi perfectas. La mayoría –creo que en todas las constituciones–, los artículos discriminatorios frente a la mujer han sido trabajados a fondo y las discriminaciones esenciales también han sido señaladas. Eso no significa que la realidad haya cambiado, pero es el caso frecuente para las constituciones en países de América Latina. Siempre puedo mencionar como ejemplo que Haití en 1936 copió la constitución francesa, y eso cambió las relaciones reales y la situación social de la población muy poco. Retórica constitucional y realidad es algo muy distinto.

 

Ahora entremos en un tema que usted misma ya mencionó. En conexión con procesos de desarrollo, usted se ocupó de la función de los sindicatos. ¿Qué rol juegan los sindicatos como posibilidad de participación política para mujeres y por qué es tan difícil para las mujeres en América latina organizarse en sindicatos?

R. R. – Esto se ha mejorado un poco. Pero en los años 1970, no existían mujeres en posiciones directivas. Las mujeres eran secretarias y eran las amantes y esposas de los hombres. Pero en esa lucha por mejores sueldos y mejores condiciones de trabajo, la imagen del trabajador o empleado, salvo en el sector terciario, estuvo definida por lo masculino. La OIT –la oficina del trabajo en Ginebra– desde los años 1980 se ha esforzado valientemente (por lo demás a la OIT se le debe hacer un cumplido, que saliendo de la tradición europea fue la primera organización internacional que consideró fuertemente a las mujeres). Pero la OIT depende del trabajo en conjunto con los respectivos gobiernos. Por otra parte, tenemos que saber que las estadísticas que son publicadas algunas veces dan un cuadro demasiado positivo, porque estas estadísticas son publicadas por los ministerios del trabajo de los respectivos países. Estas son en su mayoría estadísticas manipuladas y la realidad puede verse distinta. Esas estadísticas se refieren casi siempre a los sectores modernizados, sea en el sector industrial como en el terciario. La gran área del trabajo informal queda fuera. Realmente fueron investigadores, como por ejemplo Douglas en Inglaterra y luego en los Estados Unidos, los que a finales de los años 1960 y comienzos de los 70, indicaron que la mayor fuerza laboral se ubicaba en este sector, antes en América Latina, y hoy, naturalmente, en los países asiáticos y sobre todo en África. Sin embargo, a decir verdad el sector informal es una perífrasis, es algo elegante, pues este sector no cabe en la legislación laboral moderna. Pero se puede comprobar que el sector informal también está muy estructurado. No es un caos, sino que obedece a leyes y reglas. Y una gran parte de las mujeres están ocupadas en el sector informal.  En América Latina el porcentaje de mujeres en el sector formal ha aumentado, sin embargo, la mayor parte sigue aún en el sector informal y en América Latina, las mujeres se encuentran sobre todo en el sector del trabajo doméstico, el cual, por lo demás, está protegido ahora un poco mejor. En Brasil, por ejemplo, está estipulado que a las empleadas domésticas se les tiene que pagar el salario mínimo, pero eso no ocurre a menudo, porque esto está muy poco controlado.

 

Volvamos a lo privado y a la esfera personal. ¿Qué atribuciones existen aún hoy para el hombre y la mujer en América Latina?

R. R. – América Latina es grande. Argentina, Buenos Aires es bastante diferente de Bolivia

¿Existe no obstante un cierto consenso que debemos constatar entre las atribuciones hombre-mujer?

R. R. – Sí, creo que ya tocamos una vez brevemente ese tema, que por así decirlo, las exigencias o el conglomerado de ideas venidos de las organizaciones como las Naciones Unidas y organizaciones de mujeres, se ha establecido en el imaginario de la opinión pública. Y que en el entretanto se haya creado en las organizaciones oficiales un estrato de representantes y también un nuevo mercado de trabajo de tipo intelectual, en el cual las mujeres pueden actuar y, aunque limitadamente, por lo menos también desarrollarse. O sea, cada país latinoamericano tiene poco a poco un ministerio de la mujer. Esto fue una exigencia de las conferencias mundiales de mujeres. ¿Y cuánto poder e influencia real tiene? Depende de nuevo de su posición en el partido como también del apoyo que tengan en la opinión pública.

En algunos países, el apoyo es muy grande y pondría a Brasil como ejemplo. En México, paradójicamente, las nuevas leyes fueron aprobadas por un presidente que, por así decirlo, es el perro pateado. Es decir, aquel que introdujo la globalización y la neoliberalización. Y mi sospecha era que algunos diputados nunca leyeron aquellas leyes despachadas como paquete. Pero esto tiene que ver, naturalmente, con el hecho de que de cualquier forma aquellas leyes no serán puestas en la práctica.