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Políticas: Transcripción

 

Nuestro siguiente tema es el de la política universitaria. En el Lateinamerika-Institut (www.fu-berlin.de/lai), usted es muy conocida por su compromiso con la política universitaria. A comienzos de los años 1980, fue usted misma, una de la primeras mujeres que obtuvo una cátedra universitaria. Además, se comprometió fuertemente con el apoyo y fomento de otras académicas. ¿Qué tipo de resistencia enfrentó y cuáles fueron las confrontaciones con otras científicas, que tal vez tenían otras ideas sobre políticas feministas?

R. R. – El desarrollo de las primeras ideas feministas fue naturalmente sólo posible a finales de los años 1970 y comienzos de los 80. En 1977 se creó en Berlín la primera universidad de mujeres. En ese entonces yo estaba en Berlín y fue un hecho muy importante, porque se congregaron por primera vez mujeres del sector académico, pero también de otros sectores de toda Alemania. Y, en ese entonces, el gran tema, en realidad, el tema que dominaba todo, era el trabajo doméstico. Esto fue, por decirlo así, el primer gran empuje direccional, pues el modelo: “el hombre sale a la vida hostil y en el hogar reina la mujer honesta” –interpretando a Schiller– aún era el modelo social predominante. Entretanto, ya había aumentado el número de estudiantes y de mujeres estudiantes en las universidades. La universidad apenas se dio cuenta de estos desarrollos. Si mal no recuerdo, a comienzos de los años 1980, en la Freie Universität Berlin (www.fu-berlin.de) –en la cual fui catedrática desde 1981–, había aproximadamente de 3,3 hasta 3,5 por ciento de mujeres, y éstas casi exclusivamente ocupadas en las ciencias humanas y, luego, aumentaron su presencia en las áreas de filología y psicología. Como a mediados de los años 1980, confeccionamos por primera vez estadísticas para la Universidad Libre, en donde se reflejaba cuan alto era el porcentaje de estudiantes tanto masculino como femenino, ordenado por carrera y facultad. Luego se reveló que ya, a mediados de los años 1980, la cuota de absolventes distribuida por sexos era bastante parecida, con la excepción de las ciencias naturales. Sin embargo, en las ciencias humanas había una relación 50-50. Luego vino el primer gran obstáculo: el doctorado. Y el obstáculo aún mayor fue el posdoctorado. Y la verdad es que, en ese entonces, confeccionamos esas estadísticas de manera relativamente aficionada para el área universitaria, pero también para otras áreas. De ahí nació lentamente el proyecto para las directrices de fomento de la mujer, las cuales enviamos primeramente a Bonn. Después, nunca más, oímos nada al respecto. Pero de repente, estas directrices las volvió a descubrir un ministro o un asistente de su gabinete, y a partir de 1988 hubo formas específicas de fomento a la mujer y la posibilidad de adquirir recursos.

 

¿Podría decir quizás algo más con respecto al concepto clave: “cuota femenina”?

R. R. – Sí, esa fue naturalmente la gran discusión de comienzos de los años 1980, porque fueron exactamente las mujeres que con dificultad consiguieron una cátedra, las que no querían definirse a través de la cuota femenina. Ellas querían ser investigadoras y hasta consideraron como discriminación el hecho de ser subsumidas bajo una cuota femenina, porque se les suponía haber recibido una cátedra bajo condiciones abaratadas o descontadas, como me lo dijo una colega una vez. Y esto fue discutido de manera amplia, públicamente.

 

Otro tema importante en su trabajo es la política de desarrollo. A través de su trabajo como consultora para proyectos de desarrollo del ministerio de cooperación científica y desarrollo, ha llegado a muchas partes del mundo. Junto a Centroamérica y Sudamérica, visitó usted también –según nuestras informaciones– el Caribe, China y las islas de Cabo Verde. ¿Hasta que punto sus experiencias en la investigación sobre mujeres y género agudizaron su mirada para contextos de políticas de desarrollo?

R. R. – Ahora debo corregirla levemente. Sería bonito si el ministerio federal se llamara de cooperación científica, pero es de cooperación económica, lo que naturalmente también es una definición concreta, de acuerdo a la Realpolitik de la política de desarrollo. Me tropecé con eso a fines de los años 1970, antes de ir a Brasil. Mi primera consultoría la hice en Honduras, eso fue en 1978. Este primer proyecto en Honduras, el cual investigué, fue realizado con el financiamiento del Banco Mundial y del Instituto de Crédito Alemán para la Reconstrucción. Y fue porque yo había hecho antes también un estudio sobre problemas agrarios en México y necesitaban a alguien que pudiera hablar español, y me preguntaron si quería ir a Honduras, un país muy pequeño y pobre. Y en ese entonces había megaproyectos subvencionados y hasta financiados por el Banco Mundial y la Agencia del Desarrollo alemana. Se trataba del traspaso de excedentes en alimentos desde Europa y Estados Unidos a los países del tercer mundo. Lo que en el caso de Honduras consistía en que llegaban barcos con mantequilla europea o carne de cerdo. Todo lo que estaba vencido aquí, en nuestros frigoríficos, era repartido a los pobres, o sea a los necesitados. No conocían la mantequilla, y ésta, sin refrigerador en un país tropical, se derretía en corto tiempo. Entonces, la mantequilla acabó en el mercado negro. La carne de cerdo, de la misma manera, pues sin refrigeración era apenas aprovechable. Y todo este programa de ayuda a los países pobres, a través de la importación de alimentos no utilizados en Estados Unidos y Europa, resultó un enorme fracaso. Los trabajadores recibieron parte de su sueldo en dinero y la otra parte en esa mantequilla derretida u otro alimento. Hubo frijoles que ellos recibieron también del propio país. Entonces, esto transcurría así: por algún camino secreto la mantequilla había sido puesta en un mercado negro para las colonias de desarrollo. La carne de cerdo nunca llegaba, pues necesitaba de refrigeración y los hombres recibían de los estraperlistas una especie de pago a plazos. Se le pagaba al trabajador los sábados al medio día luego de las faenas, y los trabajadores pasaban por 500 metros de cantinas y prostitutas, es decir, de derecha a izquierda había una distribución de alcohol y también carpas con prostitutas, y bien al fondo, esperaban las mujeres y sus hijos por lo que sobraba del dinero que habían recibido los hombres. Tuve en ese entonces un ataque de rabia y pregunté: ¿por qué las mujeres no son empleadas?, y ¿por qué no se paga una parte del dinero directamente a las mujeres y a las madres? Eso provocó cierta confusión. Y debo confesar que ese proyecto, algunos meses después, fue detenido. Pero se podría haber filmado: Esa calle llena de ofertas para los hombres que habían trabajado durante toda la semana en un trabajo que no era liviano. En cotraparte, lo que las mujeres recibían en dinero, así como en alimentos, era mínimo. Y las mujeres eran las responsables por la sobrevivencia de sus familias.

 

Como consultora usted conoció tanto las realidades de la práctica en políticas de desarrollo como también sus principios teóricos-científicos. ¿Como juzga el abismo entre retórica y realidad de los conceptos de desarrollo y, según usted, a que nivel y con qué medidas se podría cerrar este abismo?

R. R. – Me temo que ese abismo es muy difícil cerrarlo, porque naturalmente detrás de nuestras ofertas de desarrollo existen intereses nacionales, y no en último término, intereses económicos, respectivamente. Pero no es sólo eso. No debemos ver la política de desarrollo aislada. En estos momentos tiene lugar la gran conferencia de las Naciones Unidas y las últimas cifras expresan que a nivel global y en total, aproximadamente, escasos 80 millones de dólares son entregados para ayuda al desarrollo, o lo que se entiende por ayuda al desarrollo, y un billón de dólares es usado para armamentos. Esto es una relación que se puede documentar aritméticamente. Y el presupuesto armamentista, luego de la unificación y producto del aumento de conflictos y guerras producidas, se redujo apenas. No se van a reducir en el futuro inmediato, si continúo con mi reflexión realista del mundo. Y luego la ayuda al desarrollo puede ser, en el mejor de los casos, más que un paliativo.

El orden económico mundial es muy injusto con los países del llamado tercer mundo. Pero ese tercer mundo no existe más ni como bloque y ni como fórmula fácil. Nunca sé como se debe circunscribirlo. Desnivel sur-norte no sirve, relaciones sur-sur tampoco sirve. Sabemos que algunos países de la ex U.R.S.S. están en el grupo de los países pobres y, posiblemente, acabarán dentro de los más pobres, mientras otros países también en América Latina tienen otras posibilidades, como por ejemplo, Brasil y México, que han desarrollado una cierta infraestructura y producción industrial. Una gran parte de África está sumergida, por citar la opinión de los expertos –que espero no tengan razón–, en el caos y la oscuridad. Y las nuevas formas de política económica neoliberal solo han empeorado y no mejorado esta distancia. Por eso, las políticas de desarrollo sólo pueden ser un pequeño correctivo –aunque hay que admitir que los grandes financiadores, como por ejemplo el Banco Mundial, vivieron un proceso de aprendizaje–.

El Banco Mundial junto con otras instituciones de este tipo son también grandes organizaciones burocráticas, las cuales entregan, por decirlo así, conceptos. ¿Cómo esos conceptos son llevados a la práctica, o si son realmente practicados? Eso depende fuertemente de las respectivas estructuras políticas del país.

 

¿Se le ocurren ejemplos de proyectos de política de desarrollo que evaluaría como positivos?

R. R. – Sí. No los megaproyectos que son mayoritariamente exitosos en el área de desarrollo infraestructural y que siguen reglas obligatorias, –porque lo más fácil es construir calles y aeropuertos–. Varios proyectos que evalué en América Central eran muy modestos. Eran proyectos de los cuáqueros americanos, que trabajan desde los años 1920 en América Latina y América Central. Por ejemplo, en Nicaragua, los cuáqueros, hasta hoy, no aceptan dinero del Estado, pero –y esto es muy importante–, poseen una posición muy fuerte en la política interna americana, debido a su posición y tradición en la sociedad americana. Es decir, ellos no tendrían esa independencia, –también independencia política, la que han mostrado a menudo–, si no estuviesen asegurados en la política interna de los Estados Unidos. Por eso, son los cuáqueros una organización muy atípica. Y eso no corresponde a la mayoría de las organizaciones no gubernamentales, las que, por lo demás, realizan en parte un trabajo de base importante, pero casi siempre son dependientes de financiamiento extranjero. Esto no significa que los que financian les impongan proyectos o concepciones de proyectos. Pero en el entre tanto se ha desarrollado un tipo de “political correctness”, donde ciertos proyectos son considerados “in”, mientras otras cosas no son tocadas. Y conozco organizaciones no gubernamentales que, por decirlo así, tienen el formulario de solicitud guardado en el computador, que luego envían con direcciones alternativas, que van desde el Banco Mundial, pasando por fundaciones políticas, a direcciones alemanas como a organizaciones de tipo relativamente independiente en Suecia y Noruega. Se envía 10 o 15 veces la misma solicitud con la esperanza de que algo quede en algún lugar. De este modo el negocio de las organizaciones no gubernamentales está determinado por un pensamiento competitivo en el concurso por recursos. Eso es lo que ha llevado precisamente a ese “political correctness”, pues muchas perspectivas propias han desaparecido o por el momento no se encuentran en la esfera de lo posible, ya que en la actualidad no parecen relevantes. Por ejemplo, la conferencia mundial de mujeres promovió una base de legitimación para la representación de las mujeres en algunos países de América Latina. Lo que no había antes.Y a propósito, creó también muchos puestos de trabajo para muchas mujeres del área académica, pues de una vez avanzaron mujeres a puestos de gobierno, –simplemente porque los hombres se sintieron algo incómodos al trabajar esos temas–. Y entonces, allí se consiguió dar un gran cambio, porque ahora, debido a la llamada década de las mujeres por las Naciones Unidas, los países tienen que dar cuenta de su situación, respectivamente. Es decir, tienen que confeccionar estadísticas, que antes de la conferencia mundial de mujeres no había. Y deben elaborar cada una informes. Entonces, nuestra información estadística ha mejorado inmensamente, –las realidades no necesariamente–, aunque naturalmente estos resultados pueden estar ligados, nuevamente, a las relaciones políticas y, en general, económicas internas.

Algunos países han alcanzado grandes progresos, como ejemplo, Brasil. Otros países no, porque su situación económica era tan mala que se trató primero del aseguramiento de los intereses de la clase alta, o también, porque su economía cayó totalmente. En este sentido toda esta problemática femenina está relacionada con el clima político, con el ambiente económico y no puede ser vista de manera aislada. Y naturalmente, un clima más liberal y abierto es mejor que dictaduras o sistemas autocráticos o totalitarios.

 

¿Cuáles son los temas específicamente femeninos que, según su opinión, podrían ser considerados de mejor manera en la política de desarrollo?

R. R. – Bueno, primero algo positivo: un logro de la conferencia y mucho trabajo de lobby en los años 1980, fue que el tema sobre política poblacional no fuese desechado. Ahora es manejado infinitamente distinto en comparación con la práctica de los años 1970 y también de principios de los 80, aunque aquí juega también un papel la ironía de las circunstancias. Porque en la conferencia sobre población mundial de las Naciones Unidas, en los años 1970 aún, fueron los Estados Unidos los que presionaron por una política poblacional más estricta y vino luego el cambio de gobierno a favor del partido republicano. En 1984 en los Estados Unidos se optó por una contra-política de población debido a la influencia de círculos fundamentalistas, es decir, allí también jugó un papel importante la gran política. Lo que espero que no ocurra más, son esas campañas de esterilización como ocurrieron en la India. Por eso mencioné aquella experiencia a principios de los años 1970, en el norte de la India. Pues aún existen círculos dominantes que están a favor de aplicar políticas de poblamiento de manera más o menos encubierta. Existe un estudio hecho en Brasil, en los años 1980, el cual se muestra que curiosamente casi el 75 por ciento de las mujeres esterilizadas eran negras. Esto no puede ser una casualidad, sino que muestra naturalmente lo que aún es usado como parámetro de las acciones directivas. Pero hay cada vez más posibilidades de veto, mucho más control en ese sector. Y la última conferencia mundial de mujeres fue, en este caso, muy importante, pues puso muchas cláusulas con formulaciones apenas entendibles, acentuando la igualdad de género en ese complicado terreno, en ese controvertido terreno de la sexualidad. Aunque luego hubo alianzas extrañas entre Honduras, el Vaticano y tres países árabes que votaron en contra. No obstante, la mayoría de los países votaron a favor. Pero como dije, hay una expresión en los Estados Unidos que amo mucho y es “strange back fellows”. Hay alianzas muy extrañas que son posibles por razones ideológicas muy diversas.

Pero volviendo a su pregunta. el proyecto de desarrollo perfecto no existe, porque, primero, existe un problema para todas la ONGs, pero también para todos los proyectos de desarrollo, también los proyectos alemanes. Las postulaciones tienen un periodo de espera muy largo, aproximadamente de 3 años, hasta que un proyecto sea aprobado y llevado a la práctica. El clima político de un país puede haber cambiado totalmente y puede venir un monzón u ocurrir una catástrofe de carácter político o natural. Los proyectos son aprobados, además, primero, por un periodo corto. Pero para conseguir el dinero se tiene que conjurar la emancipación de la humanidad, la emancipación de las mujeres, o cualquier cosa. Y la duración del proyecto es en sí demasiado corta, esto vale para todos los proyectos de educación. Es decir, una calle se puede construir de emergencia, un puerto, un aeropuerto, cuando no ocurren grandes complicaciones, pero en relación con los proyectos educativos, se sabe que no se pueden cambiar mentalidades en 5 años. Y esto significa que los proyectos siempre llevan algo levemente lírico. Lo llamo algo irónicamente “la lírica de los proyectos”. Se tiene que hacer promesas que todos los involucrados en el fondo saben que no se van a cumplir. Pero se tiene que usar esa lírica en los proyectos para poder conseguir el financiamiento y además se deben usar palabras claves. Irónicamente todo esto se ha acelerado con el Internet y los nuevos medios, porque antes la comunicación era simplemente más difícil, no siempre se disponía de un teléfono. Ahora con el Internet se pueden sacar las palabras claves más nuevas. Y se pueden encontrar los conceptos de moda correctos que determinan el vocabulario. Igual si una ONG está en Amazona, en Corea o en el interior de la India, en el transcurso de 14 días... se descubre el área.