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Teoría

Barrancos hace mención a una de serie de aspectos que tienen que ver con el quehacer teórico. En primer lugar, la autora establece un punto de partida fundamental en el abordaje de lo teórico que consiste en comprender que una teoría no sirve universalmente, es decir, una teoría por lo general está interconectada con el contexto del cual ella emerge, por lo tanto, no todos sus principios pueden ser aplicados de forma absoluta a otros terrenos empíricos. Esto implica que la teoría debe trabajarse con mucho cuidado, de la misma forma que el material empírico.

Cuando se investiga un tema, por ejemplo, el tema de las mujeres, se comienza a notar que hay, como dice la autora, muchas categorías de mujeres en cualquier sociedad. De modo que para ella, un aporte de América Latina a las teorías de género vendría dado en la posibilidad de poder establecer una nueva articulación teórica de lo que se puede ver empíricamente, de manera que lo empírico pueda asomar como reto a la cuestión teórica. En América Latina existen de hecho múltiples singularidades empíricas. Por ejemplo, Barrancos hace alusión a los cambios que en este contexto latinoamericano han tenido las categorías de lo público y lo privado, de la participación política, o de las asociaciones de la sociedad civil.

Las diferentes realidades sociales apelan entonces a la posibilidad de producción de nuevas teorías que puedan dar cuenta de esas singularidades. Lo que no imposibilita que una vez producida la teoría se puedan ver por otro lado nuevas singularidades empíricas que antes de la teoría no habían podido ser vistas. Hasta aquí, se pueden observar dos dinámicas teóricas: Existe una teoría a construir luego de que la observación empírica conduce necesariamente a constituir un terreno cognitivo nuevo y existe una teoría ya creada que puede funcionar como reveladora u ocultadora de la singularidad empírica. Una vía para solventar la desproporción que puede existir muchas veces entre las singularidades empíricas y la teoría, para la autora, es la de poder trabajar con grandes marcos teóricos, ya que de esta forma se puede llegar a ver aquello que está apareciendo empíricamente como reto teórico. La observación atenta hacia las realidades empíricas particulares es un paso determinante para la autora. Esta posibilidad de trabajar con las particularidades tiene mucho que ver con el abordaje que Barracos hace de la historiografía.

Como historiadora, Barrancos resalta el hecho de que lo que se hace es una convergencia interesante de motivos, por un lado, contextualizados, y al contextualizarlos se ve que las situaciones son un poco diversas de lo que apuntaban las teorías disponibles, por ejemplo, al contextualizar ciertas teorías podemos notar que hay feminismos que no se consideran feministas, como es el caso del contrafeminismo del feminismo anarquista, pero que aportan la conciencia de una subjetividad femenina y un derecho a ejercer esta subjetividad. Es importante notar que en el contrafeminismo del feminismo anarquista, que relaciona anarquismo y feminismo, se cumple precisamente la tensión entre teoría y realidad empírica de la que nos habla la autora, pues aunque las mujeres anarquistas en la Argentina no se consideraron feministas, su agencia femenina puede ser leída en la actualidad como feminista. Y en este caso el feminismo es comprendido de forma general, como aquel movimiento de mujeres que puede incluir toda la agencia femenina progresista.

No obstante, para Barrancos han existido en América Latina, en los últimos años, en todas las disciplinas, diversas evoluciones teóricas, y no exclusivamente en el campo del feminismo. Para Barrancos, se podría estar construyendo, en algún tiempo, un aporte más original desde Latinoamérica a las teorías, pues lo que hay, dice la autora, es mayormente, todo un campo articulado de singularidades empíricas, es decir, existe ya una buena producción académica que puede conducir a la construcción de una teoría un poco más latinoamericana. La crítica constructiva que Barrancos hace a este campo posible que es el quehacer teórico en Latinoamérica, sería la de no haber producido teorías muy provocativas.

Como conclusión, dice Barrancos, que la teoría, una buena teoría feminista por ejemplo, tiene que conversar siempre con la historiografía, y tiene que conversar desde luego con las diferentes realidades para encontrar las márgenes nuevas en que la propia teoría está en cuestión, pudiendo ser revisada, o incluso aún, pudiendo ser suplantada por otras vertientes teóricas.

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