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Estructuras familiares

Existen múltiples estructuras o modelos familiares en las distintas sociedades. Rott se refiere, en la entrevista, a algunos aspectos de estas múltiples estructuras, en primer lugar, en la sociedad colonial esclavista del noreste del Brasil, en segundo lugar, en las sociedades ubicadas al sur del Brasil mayoritariamente compuestas por la inmigración europea, en tercer lugar, en las sociedades modernas latinoamericana y europea, en las que distingue la estructura familiar del campo de la de la ciudad y la división del espacio en público y privado o familiar. En cuarto lugar, Rott toca la estructura familiar desde la perspectiva de género destacando el lugar y el rol de la mujer en la familia.

En el noreste del Brasil, Rott observa, por un lado, una estructura de familia propia de la sociedad esclavista, dada por la actividad establecida en torno a la producción del azúcar. En este tipo de sociedad esclavista, en relación con la estructura familiar tradicional monogámica, se da una diferencia radical debido a que la trata y distribución de esclavos en los distintos ingenios separaba los miembros de la familia. Es decir, tanto padres como madres podrían ser llevados a lugares distantes de los hijos.

Para explicar el por qué de estas estructuras no-monogámicas en la sociedad esclavista, Rott indica que la iglesia católica, por su parte, no interfirió de forma determinante en las comunidades de esclavos, pues la imposición del mandamiento eclesiástico, hubiese prohibido la libre venta de la mercancía de fuerza de trabajo. En esta región del noreste del Brasil, por otra parte, las estructuras familiares resultaron conformadas también por múltiples mestizajes. Al no implementarse de forma contundente la prohibición de la reproducción entre las distintas “razas” y clases, en comparación con la región del Norte de América, hubo una mayor permeabilidad en la reproducción, al darse la mezcla entre los esclavos –en su absoluta mayoría negros–, mestizos y blancos fuera del matrimonio.

Asimismo, existió una mayor aceptación de los hijos ilegítimos productos de estas uniones, aunque relegados a un lugar aparte. En la región del Norte de América, se dio en cambio, con una rigidez mucho más extrema, el rechazo de los hijos ilegítimos, los cuales significaban la deshonra absoluta. La religión protestante interfirió mucho más en mantener separadas las estructuras sociales de los blancos y los negros, así como en darle un lugar central a la estructura monogámica y a la idea de familia.

Al sur del Brasil se dio en cambio el predominio del modelo europeo de familia, implementado por los grupos que se asentaron en esta zona y provenientes sobre todo de Portugal, España e Italia. Esta estructura familiar se conformó alrededor del matrimonio monogámico que aseguraba, en el caso de los terratenientes, de mantener las posesiones y los bienes económicos, los privilegios sociales y de poder en las formas de regulación de la herencia. En este modelo familiar la mujer quedó asignada al espacio privado y al cuidado de la familia, y el hombre al espacio público y por lo tanto con menos responsabilidad del cuidado familiar.

El modelo familiar europeo monogámico, dice la autora, ha constituido hasta hoy la forma dominante de estructura social tanto en Europa como en América Latina. Y tanto en la ciudad como en el campo se continúa transmitiendo hasta hoy la norma del matrimonio monógamo y el compromiso de casamiento. En la ciudad, el modelo familiar asegura los logros sociales y económicos. En el campo, los hijos conforman la fuerza de trabajo. La familia funciona como una organización social confiable y en la cual, dice Rott, se tiene una pretensión moral. No obstante, en algunas sociedades urbanas actuales, por ejemplo en Berlín, se viene dando la posibilidad de uniones libres y de estructuras sociales ajenas a la familia. Esto es posible, dice la autora, porque existen otras posibilidades de seguridad social y por lo tanto de sobrevivencia.

Desde la perspectiva de género, la estructura familiar se analiza tomando en cuenta otras problemáticas. La idea central de Rott es que más allá de haberse creado una sociedad matrilinear o matrifocal se ha creado un eje de responsabilidad de la mujer hacia los hijos y los ancianos. Esto implica que la mujer se siente culturalmente mucho más comprometida que el hombre de hacerse cargo de la estructura familiar y del espacio del hogar.

En cuanto a las ventajas para la situación social del hombre, Rott señala dos aspectos. Por un lado, se creó la píldora anticonceptiva para la mujer desde los años 1960. Sin embargo, aunque esto ayudó a la calculación y planificación de las posibilidades y condiciones de vida para los hijos, le generó a las mujeres, sobre todo los primeros años, grandes temores de seguridad y salud. Se supo, dice la autora, que se había podido haber creado también un anticonceptivo para los hombres. Por otra parte, los hombres están moralmente absueltos más que las mujeres, en el caso de abandono del hogar y responsabilidad para con los hijos y ancianos. La mujer sufre mayores reproches sociales si deja el ámbito familiar y del hogar.

Los aspectos mencionados contemplan diferencias en cuanto a las múltiples estructuras familiares que pueden existir en las distintas sociedades. Sin embargo, Rott deja abierto otro campo de estudio para tratar las estructuras familiares y es el que tiene que ver con las bases materiales diversas que se dan en estas estructuras.

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