Uno de los desafíos más grandes para América Latina es la violencia masiva y la gran conflictividad social. Éstas no solo tienen su origen en las presentes desigualdades sociales, sino que también obstaculizan fuertemente la búsqueda de soluciones para la problemática.
La violencia y los conflictos sociales han aumentado considerablemente en la región en los últimos años, afectando en particular a los sectores más pobres y vulnerables de la población. Las formas actuales de violencia incluyen el aumento de la violencia contra las mujeres o las migrantes, los enfrentamientos sangrientos entre las pandillas del crimen organizado y los procesos violentos para acceder a recursos naturales (tierra, agua, minerales, etc.). que a menudo se asocian con los despojos. Por otro lado, muchos grupos locales se oponen a la captura de sus recursos por actores externos, por ejemplo empresas mineras, o se movilizan en contra de los daños ambientales causados por la minería, la producción de petróleo y gas o la industria agrícola. Los actores estatales controlan estos procesos sólo hasta cierto punto, en parte, porque no tienen los recursos necesarios para imponer más control, en parte, porque actúan en beneficio de intereses nacionales o privados, ignorando las necesidades locales. En algunos contextos, los actores estatales actúan con violencia. Incluso el proceso de paz en Colombia, a menudo visto como un ejemplo exitoso después de décadas de violencia continua, corre el riesgo de ser abandonado debido a que, hasta ahora, no se ha logrado la redistribución de la tierra y otros recursos que serían la condición para una paz permanente.
La escuela de verano para los Alumni del LAI se enfocará en las relaciones entre desigualdades sociales, violencia y conflictos, y desarrollo sostenible. Su objetivo es conocer mejor como las desigualdades influyen en dinámicas de violencia y conflicto, y cómo esto afecta a las oportunidades de desarrollo sostenible en América Latina.
El programa se encuentra acá.