Identidades
En Defendiendo la Vida en una Democracia por hacer (1991), Narda Henríquez hace mención a procesos que son clave para la construcción democrática en el Perú y que a pesar de esto no han sido lo suficientemente tratados o debatidos por los cientistas sociales. Los procesos que señala la autora tienen que ver con la constitución de los actores políticos, el fortalecimiento de la sociedad civil, y los factores que actúan en contra de la construcción democrática. (Henríquez 1991: 28). El planteamiento de Henríquez es observar cómo inciden en sociedades como las del Perú y dentro del proceso de construcción democrática, las grandes desigualdades sociales y la pluralidad cultural: “Por ello consideramos de utilidad reseñar algunos planeamientos que abordan el dilema de la construcción democrática en países del tercer mundo o con diversidad cultural como el nuestro.” (págs. 28-29). Desde esta perspectiva, la pluralidad cultural o diversidad cultural son asumidas de manera crítica en la medida en que ciertos valores y ciertas creencias que se vuelven hegemónicos no producen el mismo reconocimiento para todos los grupos e individuos que pertenecen a esa misma sociedad: “Hemos dicho que un aspecto central en la democracia de las sociedades es la vigencia de un núcleo de valores y creencias que son adoptadas consensualmente por la población, dicha aceptación puede plasmarse en instituciones o leyes, no se trata ya de ideas o de discursos, estamos hablando de la convicción necesaria en normas o creencias, lo que se entiende de modo general como legimitidad.” (págs. 34-35).
La democracia vista desde los sujetos mismos remite, indica la autora, a los procesos de identificaciónde los individuos y a su constitución como actores o sujetos: “es decir, el considerarse a sí mismos como diferenciables e identificables.” (p. 35). La identificaciónes un doble proceso que vincula: a) los principios políticos de individualización que rigen en una sociedad (mercado, clase, etc.) y b) la adquisición de identidades (procesos de socialización, registros imaginarios). Los primeros, están sujetos a continuidades y discontinuidades, mientras que los segundos constituyen un sustrato inconsciente o simbólico. (ibídem)
En los procesos de identificación de las mujeres, Henríquez destaca que existe un “mayor peso de los aspectos que se refieren a su experiencia personal, vivencial: la niñez, la pareja, la familia, la tradición, etc. Siguiendo este esquema habrían estado relativamente menos expuestas a los procesos políticos de individualización externos a su mundo familiar, tales como el mercado que singulariza y privatiza la participación en gremios y corporaciones, en menor relación con el estado de los partidos, etc. (ibídem)
Antes que se comenzaran a pensar los procesos de identificación, el estudio de la construcción de identidades ocupó una etapa del pensamiento y la crítica social. Por un lado, Henríquez se refiere al trabajo de las identidades como una de las líneas temáticas del programa de los Estudios de Género y el Diploma de Género, en una primera etapa del programa, que estuvo marcada por el estudio de las feminidades y masculinidades. En esta primera etapa “ha sido muy fuerte el énfasis en comprender la elaboración de identidades y las diferencias culturales y sociales en construcción de identidades, de feminidades y masculinidades” (6). En el caso de las feminidades, “había una expansión de los modelos de referencia y deconstrucción de identidades”, y se produjeron mayores “expectativas sobre distintas formas de ser mujer y de ser madre. En cambio, en el caso de los varones; había más bien una crisis de representación de la masculinidad. Entonces, había menos ofertas de cambio y de formas de construir su masculinidad, y esa fue una constatación interesante” (6). Con relación a los estudios de las masculinidades, se estableció una diferencia entre una masculinidad hegemónica y otras masculinidades que presentaban variedades a nivel regional. Se produjeron además investigaciones dentro de este programa de estudios, que trataron con un enfoque más existencial, el peso de figuras como la del “padre autoritario” y el “padre ausente”: “Con la conquista española, la ausencia de figura masculina en la mitología renueva su vigencia, aunque con una naturaleza distinta, iluminando dos factores gravitantes en la construcción de nuestra identidad: el mestizaje y la bastardía. El tema del “padre ausente” ha surgido en trabajos pioneros en América Latina como un problema fundante no sólo en la estructuración de las relaciones familiares en la región sino en la construcción de la masculinidad y de la feminidad.” (Henríquez/Barrig 1995: XII)
Con esto las investigaciones sobre identidades han tenido que tener en cuenta la interrelación de los conflictos de clase, los étnicos y raciales, y los de género: “Cómo no recurrir a una perspectiva comparativa para abordar nuestras interrogantes básicas sobre la matriz histórico-cultural de las sociedades latinoamericanas, matriz en que se sustenta la construcción de identidades (…).” (ibídem). En cuanto a la historia del estudio de las identidades: “Hasta 1970, la clase social era considerada como la variable más gravitante en el análisis político y social. Fue después de ese período que género y etnia, en tanto sistemas de diferenciación social, comienzan a merecer la atención de los estudiosos. Surgió la preocupación por las identidades étnicas y de género, por conocer cómo un individuo o un grupo social llegan a ser lo que son, a sentirse “parte de” y cuáles son los elementos que desencadenan cambios en su identidad. Lo subjetivo, lo cotidiano, la cultura cobran así una importancia notable que nos obliga a buscar formas de aprehenderlos.” (Henríquez 1991: 51)
Dentro de la perspectiva de género, Henríquez junto a Maruja Barrig, realizan una compilación para profundizar más el problema de la construcción de identidades y de la conformación de los actores políticos y sociales: Otras pieles. Género, Historia y Cultura. Partiendo del contexto chileno, Sonia Montecino, en: La conquista de las mujeres: mestizos al revés y al derecho: “busca en el pasado elementos para comprender la construcción social de las diferencias sexuales y descubre la figura del mestizo “al derecho”, hijo de una mujer mapuche y un español, y el mestizo “al revés” nacido de española –generalmente una cautiva– y un mapuche. La violencia de la conquista que se expresa contra las mujeres permeará los surcos de su identidad pero también la de sus hijos. La vivencia del mestizaje, que en nuestra historia aparece constantemente asociado a la bastardía, trae como consecuencia la negación de nuestro origen. Para Montecino, el fenómeno del “blanqueamiento”, de adjudicar a lo blanco-extranjero valores superiores, implica la obliteración de la madre india.” (ibídem).
Por su parte, Patricia Oliart, analiza cómo “el “blanqueamiento” puede convertirse en una obsesión si la cuestión racial articula el poder y el control social (...). Su lectura acuciosa de los intelectuales limeños de fines del siglo pasado, le permiten a Oliart reconstruir los estereotipos raciales masculinos y femeninos que ellos difundieron, para descalificar la ciudadanía de quienes no fueran blancos, y hombres. En nuestros países, la visión de lo femenino y lo masculino está mediado por criterios no sólo sexuales sino también raciales. (ibídem). En este momento se puede observar con relación a las mujeres: “su disminuida condición de mujeres, de ilegítimas, de ciudadanas disminuidas.” (p. XIII).
En estos estudios, señala Henríquez, se juntan el dilema personal con el dilema del país. El reconocimiento de “uno mismo” como parte de este dilema es lo que la autora llama “identidad escindida”: “La cultura de la dominación ha sido tan fuerte que a muchos peruanos que somos como yo, de la piel mestiza y cholo, ha costado que se reconozcan como tales. Ahí es cuando yo hablo de identidades escindidas, que es un proceso que no es sólo que reconozcamos al otro, sino que nos reconozcamos a nosotros mismos como parte de ese dilema, y eso ha sido muy trabajado en los últimos años, o sea que es nuestro reconocimiento, el reconocimiento de nosotros mismos.” (11)
Al referirse a las disciplinas de la Antropología y la Sociología, Henríquez destaca lo que eran las tendencias de cada una, la primera, enfocada más en lo micro y en el estudio interno de las sociedades compuestas por grupos diversos, y la segunda, enfocada en lo macro: “Hoy día tenemos un panorama distinto. Por un lado las dos disciplinas se acercan a este reconocimiento de miradas locales y macropolíticas, macroeconómicas, macrosociales, y por otro lado, hay necesidad de estudios etnográficos que nos den cuenta de qué está pasando en cada comunidad. Ese es un acercamiento a las disciplinas. Pero lo otro, es que la manera en que se entiende hoy lo indígena no es la misma que se hace treinta años. Se ha reindigenizado el discurso. Lo indígena aparece pero de otra manera.” (6). Por un lado, Henríquez señala en la entrevista, que se ha practicado un “indigenismo Light”, o una banalización de las tradiciones indígenas, una instrumentalización de lo étnico, sin embargo, por otro lado, “hay una realidad de un mundo intercultural que tenemos, con el cual tenemos que dialogar, y hay otra realidad, de que en cada uno de nosotros hay algo de lo cholo y peruano.” Para la autora habría que trabajar tanto con esa realidad intercultural como con la aceptación de los propios dilemas identitarios para cada uno de los sujetos que estudia la sociedad.
Para Henríquez, una forma de aproximarse a las identidades, sigue la línea de trabajo, tanto de Nancy Fraser como de Boaventura de Soussa do Santos, que desde el Brasil, intentan recuperar una doble mirada de reconocimiento y redistribución. Por un lado, se tiene “que comprender estas afirmaciones de nuevas identidades de mujeres que a las cuales hemos contribuido generacionalmente a producir, de mujeres y varones”, por el otro, “generar las condiciones para esa afirmación de las personas, generar condiciones para ejercicios de las libertades, y esas condiciones también tienen que cambiar.” (6)
Dentro del proceso de democratización de la sociedad, se entiende entonces la relación entre identidad-legitimidad y la violencia-violación de Derechos Humanos cuando no existen las suficientes ofertas identitarias para que una sociedad se pueda pensar o construir verdaderamente como una sociedad democrática. Cuando los individuos y los grupos no se sienten legitimados, se producen rupturas que ocasionan la desigualdad social (Henríquez 1991: 26).
Referencias bibliográficas:
Narda Henríquez: Defendiendo la Vida en una Democracia por hacer, en: Narda Henríquez y Rosa María Alfaro (comps.). Mujeres, Violencia y Derechos Humanos. Madrid, IEPALA, 1991, p. 25-44.
Narda Henríquez: Presentación, en: Narda Henríquez y Maruja Barrig (comps.): Otras pieles. Género, Historia y Cultura. Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1995, p. IX-XV.