INTIMIDAD
Bueno, ese es un problema, ¿verdad? Digo, si yo quiero trabajar, ir con mucha profundidad y lo más lejos que fuera, lo más lejos que pudiera respecto a esa exploración del cuerpo y de sus funcionamientos culturales - y sobre todo el cuerpo femenino -, a veces hay que llegar a cosas que pueden parecer violatorias de la intimidad. Pero no necesariamente estoy hablando de mi propia intimidad, aunque parezca que en los cuentos es un tema totalmente autobiográfico. Evidentemente hay elementos autobiográficos, pero creo que hay una gran cantidad de lecturas que se han vuelto autobiográficas por el mismo hecho de haber sido lecturas mías y la forma como las he ido asimilando y la forma como asocio esas lecturas con otras cosas. Entonces mucho de lo que yo planteo en mis textos, esa intimidad flagrante que parece terrible, porque me estoy exhibiendo desnuda, digamos, yo personalmente, es falso, porque no es mi intimidad aunque hay elementos de mi intimidad. Es la posibilidad de que la intimidad explorada por mí aflore en los textos con el disfraz de la intimidad autobiográfica que no es tal. Es una intimidad ficcionalizada. Hay elementos de observación del propio cuerpo, del propio cuerpo mío, evidentemente porque uno tiene el propio cuerpo muy cerca y lo observa, y lo odia, y o lo ama, o lo que tú quieras, pero hay una observación de otros cuerpos, de otros textos, de otras intimidades, que por razones estratégicas y estructurales pasan a formar parte de una apariencia de intimidad pero que es ficticia, es ficcional. Entonces digo, yo creo que yo puedo ser muy descarada y muy púdica al mismo tiempo, cada quién tiene sus parámetros de intimidad. Yo creo que soy bastante íntima, pero he tratado de desvelar la intimidad en mis textos aprovechando mi personaje de Nora García y de la mirada que hago sobre la literatura en mis ensayos, pero no necesariamente quiere decir eso que estoy abriéndome de piernas ante el público, como por ejemplo un amigo mío me dijo, cuando traduje La historia del ojo, que era una traducción pierniabierta, lo cual me pareció muy machista y muy siniestro. Porque una mujer que traduce un libro erótico, que se supone que son los hombres aunque ya eso se acabó, eso es completamente de otras épocas, pero todavía hay ciertos tabúes. Es decir, el que yo tradujese a Bataille, que era un escritor erótico que había publicado en ediciones muy particulares, etc., y que había tenido una fama muy particular, etc., hacía de mí una traductora pierniabierta, lo cual me pareció muy indignante aunque es un amigo mío al que quiero mucho. Entonces digamos, es decir, vincular mi capacidad de escritura, de recrear la intimidad, con mi propia intimidad es completamente falso, porque es negar el proceso escriturario y el trabajo que uno necesita para hacer una ficción.