HISTORIA
No, Argentina!... de todas maneras, las historiografías argentina y latinoamericana se conectan mucho con lo que está pasando en la historiografía en el mundo, así que en realidad podemos hablar dese Latinoamérica con cierta tranquilidad en ese plano porque las influencias son grandes. Más bien no entre los países latinoamericanos entre sí, no tanto, sino en relación a un movimiento de la historiografía por lo menos occidental. Yo creo que a partir del 83, del 84, cuando se democratizó la universidad, cuando se terminó con la intervención militar y demás, y se abrieron los concursos para profesores volvieron muchos de los profesores exiliados, muchos de los que estábamos en el exilio interno, como decimos, volvimos a la universidad, y se produjo una enorme expansión de los estudios históricos. En casi todas las universidades del país se produjo una renovación de los profesores con gente bastante más joven que venía, a veces, con posgrados hechos en el exterior, con experiencia de docencia en el exilio u otras veces internamente gente que se había formado en grupos de lo que llamábamos nosotros la universidad de las catacumbas. Es decir, los grupos que se habían creado paralelos a la universidad en la dictadura. Y todo esto creó un clima de mucha renovación en la universidad. Eso, junto con los estudiantes que tenían una enorme avidez por lo nuevo, porque habían pasado los años de la dictadura con una universidad muy mala, entonces cuando se produjo esa especie de reencuentro entre la gente que se estaba formando y la gente que venía con novedades, esto dió un momento muy creativo, y, creo que de ahí surgió una generación de historiadores que hoy tiene más o menos alrededor de 30, 35, 40 años, que son, a mi manera de ver, de muy buen nivel, que han producido cosas muy interesantes, que van a seguir produciendo.
Después de eso, como ocurre en cualquier sistema institucional, las cosas se van normalizando, regularizando, los entusiasmos caen y comienzan también los problemas y los conflictos institucionales. La universidad es una institución muy conservadora a mi manera de ver, que puede más que las personas, y las personas nos convertimos en conservadoras adentro de la universidad. De alguna manera hay una lógica de institución que va llevando a una cosa bastante más rutinaria que lo que fué en ese primer momento de renovación.
De todas maneras creo que la formación en historia es bastante sólida, por decirlo así, en varias universidades del país. Ya hay varias maestrías y se ha generado un campo, lo que se llamaría un campo profesional. Y en este campo profesional, quedan incorporadas muchísimas de las generaciones jóvenes que son ahora doctorados, doctorandos, maestrandos, becarios, jóvenes investigadores, etc.... es un campo mucho más amplio que el que había antes del '84. Con todas las restricciones, de todas maneras hay muchísima más gente haciendo historia. Hay un campo. Hay un montón de revistas de historia, demasiadas a mi manera de ver, porque ya no hay para llenarlas, pero hay montón de revistas de historia, no sé cuántas, pero debe haber alrededor de diez revistas de historia en la Argentina, por lo menos - de revistas académicas, me refiero. Y hay también ocasiones de congresos, jornadas, conferencias, es decir, espacios de intercambio académico. Todo eso parece muy floreciente y lo es, pero eso también tiene costos. Y los costos creo que son básicamente que cuando un campo se normaliza también se hace más heterogéneo, en un sentido hay gente que es muy buena, hay gente que es regular y hay gente que es bastante mala; hay mucha producción que es de rutina, que se publica y demás pero que no significa grandes innovaciones, pero que es necesaria a un determinado campo científico, es decir, es menos emocionante. Es un campo mucho menos apasionado que lo que fue en algún momento. Esto es criticado por algunos grupos que dicen que lo que pasa es que hay una despolitización del campo. Yo creo que es simplemente hay una profesionalización y que eso tiene costos, ventajas y desventajas.
Desde el punto de vista de qué temas se tratan, ahí yo creo que ha habido un cambio y ese cambio no tiene tanto que ver con la profesionalización, sino que tiene que ver con los cambios en la historiografía mundial. Y en la Argentina, como en muchos otros lugares, se ha fragmentado mucho el estudio histórico. Hay pocos trabajos que intenten interpretaciones globales, y hay muchos trabajos que apuntan a problemas parciales. Esto también tiene costos... ventajas y desventajas, no? Hay críticas al hecho de que no hay ahora grandes interpretaciones como había en los años sesenta, pero esto es parte de una dinámica, me parece, de la historiografía en todo el mundo: una fragmentación. Dentro de esa fragmentación, yo diría que hay campos que tienen un desarrollo muy importante en este momento, en la Argentina en particular, creo en América Latina en general. Uno es la historia intelectual. Es decir, la historia que atiende a las representaciones, al nivel simbólico. Y allí hay un abanico de temas desde cultura popular, hasta alta cultura, hasta imaginario, representaciones de todo tipo, es decir, el mundo de lo simbólico hoy llama la atención de gente de muy buen nivel y están produciéndose cosas muy buenas. Además, que ese nivel ahora es tomado en cuenta por los que hacen otros trabajos sobre otras áreas de la historia, pero la historia intelectual, la historia cultural, creo que tiene en este momento un gran auge; y hay de todo pero hay cosas muy buenas. Y la historia política también ha tenido una gran expansión en los últimos años y una renovación. Me parece que la historia económica está más acotada, más estancada, más diría yo vinculada al desarrollo de la ciencia económica que al desarrollo de la historiografía. Y con la historia social pasa algo curioso, porque como la historia social es a la vez un campo historiográfico y una visión de la historia - uno puede entender como historia social una manera de mirar la historia - desde ese punto de vista la historia social sigue vigente, pero la historia de lo social ha tenido su auge creo un poco antes, en los años sesenta, setenta y quizás un poco de los ochenta. Ahora sigue su curso, pero no produce grandes innovaciones. Yo diría que ese más o menos es el panorama, usando una división un poco tradicional de la historia porque en realidad lo que aparece ahora son bastantes cruces entre esos niveles. Y temas como por ejemplo el de la nación, el de la formación de la nación que cruza todos estos niveles, ha tenido una atención muy grande en los últimos años.